Las vivencias borradas por olvidos,
los recuerdos quemados en hogueras,
remembranzas que ya no se recobran,
yacen heridas, graves, casi muertas.
No es posible devolver a la vida,
reminiscencias queridas, muy bellas,
el tiempo cruel verdugo de memorias,
sepulta lo pasado bajo tierra.
Laberintos secretos de la mente,
enigmas de nuestra naturaleza,
donde se oculta nuestro íntimo ser,
muerto en vida, sin vivir, aunque duelan
el alma, el corazón y los sentidos,
secuestrados y presos, mas sin rejas.
Ya no pueden volar ni lo pretenden,
ya no pueden soñar, ya no se sueña.
Ni viviendo ni muertos, es verdad,
en esta realidad, ya se vegeta.
En este mundo intrincado, fragoso,
de la vida se ocultan las esencias,
el espíritu parece dormido,
misterio que a comprender nadie llega.
No se sabe si en su interior hay luz,
o si duerme o dormita su conciencia.
Es arcano y sobrepasa el límite,
de la fuerza humana que da la ciencia.
La persona no conoce su estado,
no es consciente de su grave inconsciencia,
por eso hay que mimarla con esmero,
con amor, el lenguaje que se entienda.
Amor, rodearlos de amor, es lo que toca,
el amor sobrepasa deficiencias
y es acaso lo único que les llegue,
a lo más profundo de su existencia.
El amor, el buen amor, siempre amor,
el amor es lo último que queda.
Tal vez ellos vivan para enseñarnos
que amar es del amor, la buena escuela.
Si hemos conocido a personas que tienen la enfermedad de
Alzheimer, hasta los últimos estadios de la enfermedad, sabemos por experiencia, como cambia el modo de ser de las personas, hasta llegar a no parecer ellas
mismas. Pero son personas, aunque envueltas en misterio. Es difícil para ellos y
para los familiares.
Amor, amor y amor, no hay otra fórmula.