Esta pequeñita flor,
cautiva a quien se le acerca.
Es símbolo de humildad,
crece sencilla y discreta
a la orilla de un arroyo,
o espontanea en las praderas;
cultivada en los jardines,
o en reducidas macetas;
entre hierbas y entre zarzas,
oculta entre la maleza;
por doquier en limpios campos
al llegar la primavera,
a la vera del camino
y en las pendientes riberas.
Florece, florece humilde,
azul intenso, muy bella.
Nace pegadita al suelo,
no es presumida, altanera.
Nos obsequia su hermosura,
con suave delicadeza,
regalando su perfume
que tiene exquisita esencia.
Es muy fina, delicada,
deja su aroma en las huellas.
Sin duda esta linda flor,
es nuestra humilde violeta.
No es lozana cual las rosas,
ni tan variada y esbelta.
Su pequeñez la enaltece,
una virtud representa.
Son un gozo las personas
que se parecen a ellas
y nos acercan al cielo,
tan sólo con su presencia.
Humildad, para ir a Dios,
es la senda más directa.
¡Qué bonita la lección,
de una sencilla violeta!