Cuando el corazón herido se rompe,
cada trozo es un poco de lo mismo,
del dolor que fue causa de tristezas,
ese dolor que aunque quiera, no olvido.
Esta dentro de mi, me tiene atada
sin cadenas ni maromas por testigos.
Vacía, destrozada, en soledad,
mi pensamiento vuela a lo infinito.
Nada hay que me amarre a este cruel presente,
a este pobre mundo, donde ahora habito.
En mi noche oscura, miro hacia lo alto,
vislumbro estrellas de fulgente brillo.
Aunque lejanas, despiertan mis sueños,
sueño, aunque esté el corazón herido,
tal vez soñando se unan los pedazos
y pueda ser dichosa como aspiro.
Ahora sé que el dolor y las tristezas,
siempre, siempre, estarán conmigo,
pero sé que cada instante de mi vida
es importante y por Dios permitido.
Brotan las rosas entre las espinas,
como ocurre en esta vida que vivimos,
cada día nos sorprende con regalos
que nosotros no habíamos pedido.
Desde la aurora al anochecer,
cada momento trae un imprevisto,
son obsequios aunque duela el mensaje,
alegrías y penas han venido,
para enseñarnos a vivir los días
enteros, cada instante desprendidos.
Todo llega y rápido va pasando,
lo que importa es acertar el camino
que aunque sea tortuoso y con pedruscos,
conduzca a la meta nuestro destino.
Aprendí como debo descubrir
entre sombras la luz de lo infinito,
esa luz que me ayuda y me orienta
esa luz que día y noche necesito.
Me di cuenta que el amor en esta vida,
es el reflejo del amor genuino
que vamos disfrutando cada instante,
ensayo para gozar el divino.
Penas, tristezas, dichas y alegrías,
fugaces unas y otras, da lo mismo.
Lo que falta en mi ruta por andar,
caminaré alegre si en el SEÑOR confío.
No estoy sola en un mundo de egoísmos,
Dios amor, siempre, siempre, está conmigo,
invisible y silente pero actúa,
creamos o no creamos, somos sus hijos.