El revoloteo incesante
de la mariposa en vuelo,
no nos deja ver las flores,
fascinan sus movimientos.
Más rápida es nuestra mente,
veloz pasa el pensamiento.
Raudo surge, así se esfuma
acompañando a los sueños,
a esos sueños tan fugaces
que tras nacer, ya murieron.
No dieron flores ni fruto,
son estériles momentos.
Igual que el ágil arroyo
montaña abajo corriendo,
no dejan poso sus aguas,
las va apresurando el tiempo.
También esas grises nubes
arrastradas por el viento,
pasan sin soltar ni gota,
en nuestros campos resecos
que esperan con ansiedad,
ese líquido elemento.
Algún pajarito inquieto,
víctima del desconcierto,
vuela y canta, canta y vuela,
perdiéndose el alimento.
Cada cosa necesita
que demos en su momento,
circunstancias favorables,
ilusión y fundamento.
Pero además, siempre, siempre,
hemos de dar tiempo al tiempo.
Así dejarán su esencia,
esos pensamientos buenos
que llegan apresurados,
buscando horizontes nuevos,
sin concluir su misión,
empujados por los sueños.
Las prisas nos arrebatan,
los hermosos sentimientos,
que nacen en nuestra alma
sembrados allí en silencio.
No dejan que fructifiquen,
reflexiones, pensamientos.
Impiden que sean cumplidos,
nuestros íntimos deseos.
Arruinan las emociones
que nos traen los recuerdos.
Dan nerviosismo, no hay paz,
no se puede emprender vuelo.
Al pensar, sentir, soñar,
nuestro interior muy sincero,
sabe lo importante que es,
relajarse unos momentos,
para poder conseguir,
despacio, en calma y sosiego
que semillas que sembramos,
germinen, den fruto luego.
Esto es lo que anhelamos,
démosle tiempo al tiempo.