Atravesamos desiertos
y
llegamos ya cansadas
al
placentero oasis
que
nos ofrece sus aguas.
Aguas
puras cristalinas,
aguas
muy limpias y sanas.
Mientras el agua bebía,
dulcemente
recordaba,
las
bondades que se encierran
en
esas aguas tan claras.
Sin
ellas no habría vida,
ellas
sus dones regalan.
Limpian
culpas y pecados,
borran
con gusto las manchas.
Beber
con placer un trago,
nos
suaviza la garganta.
Fluyen
en arroyos, ríos,
llegan,
pasan y al mar marchan.
Poéticos
manantiales
brotan
de la propia entraña
del
subsuelo misterioso
que
esas aguas nos regala.
Baña
el sudoroso cuerpo,
deja
bonita la cara.
A su
paso limpia todo,
se
nota cuando ella pasa.
Si bajamos al jardín,
las
plantas sin ella acaban.
Habéis
plantado semillas,
con
mucho amor al plantarlas,
mas
nunca germinarán
si
rica agua les falta.
Con el
agua y el amor,
brotaran
hermosas plantas.
Cultivarlas
con primor,
premio,
las flores que salgan.
Serán
fuente de alegría
y
motivos de esperanza.
En el curso de los ríos,
riegan
un sin fin de plantas
y en
este mundo fluvial
tienen
muchos peces casa.
Camina
lento hacia el mar
y con
sus aguas se abraza.
Pronto
se igualan con ellas,
ahora
son aguas saladas.
Aguas
mansas, juguetonas
o
aguas encrespadas, bravas,
reposando
en el océano
o
coqueteando con playas.
Siempre
fiel a su destino,
cumple
misiones variadas.
Por
tantos bellos regalos,
damos
al agua las gracias.