Me abruman los fuertes ruidos,
añoro el dulce silencio.
Suave brisa me acaricia,
recobro paz y sosiego.
Sin ironía, es elocuente,
hermosas voces yo siento.
Son los ecos de otras voces,
permanentes en el tiempo,
fuertemente custodiados
por la memoria en recuerdos.
Canto a la ausencia de ruidos,
no a si me callo por miedo,
no hablando por cobardía,
denunciando viles hechos.
Es más cómodo y más fácil,
no implicarme, aunque si debo:
Cuando contemplo injusticias
y no lucho ni protesto .
Cuando escucho las mentiras
y la verdad no defiendo.
Cuando me escudo en mi nada
y apaciblemente duermo.
Cuando callo ante los fuertes,
y veo al débil cayendo.
Cuando elijo estar silente
y sé que en mi voz hay eco.
Si me callo es egoísmo,
por cobardía o por miedo,
no es que viva las delicias
que ofrece el dulce silencio.
El silencio es delicioso,
si tenemos paz por dentro,
y no hay ruido en derredor,
todo es tranquilo y sereno.
El aire es suave caricia
que siempre, siempre, agradezco.
Así en reposo y con calma,
aplaco mis sentimientos
y dulcemente arrullados,
se despiertan bellos sueños,
dormidos por el bullicio,
que impedía que alzaran vuelo.
ODA a la ausencia de ruidos,
a esos plácidos momentos,
cuando fluye la armonía
y nos rodea el sosiego
y nos envuelve la paz
y se reavivan los sueños.
Todo porque en ese instante,
es dueña la paz por dentro,
cálido y propicio ambiente...
¡Qué delicioso silencio!