La alegría que se siente,
ante un perdón recibido,
solamente es comparable
con un perdón concedido.
Más hermoso que justicia
cuando te han ofendido,
es conceder el perdón
con amor de alma nacido.
Sólo perdonan los buenos,
pues sentirnos ofendidos,
es reclamar con justicia
que nos sea restituido,
algo que nos fue robado
o insultos proferidos.
Por eso es que el perdón
tiene reflejos divinos.
Sin ellos es muy difícil,
con ellos, sea bendito.
Es muy duro algunas veces,
reconocernos dañinos,
ser humildes, humillarse,
lamentar nuestro delito ,
sentir que causamos penas
y que hemos ofendido
con ingrato proceder
u omisión de lo debido.
Pedir perdón con respeto,
todo nuestro ser rendido,
no es cobardía, es grandeza,
mas duele mucho pedirlo,
lo mismo que perdonar,
si te sientes ofendido,
por eso es tan hermoso,
concederlo y recibirlo.