Seguro que él nos
diría:
No soy rutilante estrella,
pues esa aureola ese brillo,
es más bien cual luna llena.
La estrella tiene luz propia,
la luna del sol refleja
pálida luz, cual espejo,
brillante en noches
serenas.
Sólo Dios es plena luz,
la mía destellos de ella,
eso diría este gran hombre,
después de que a Dios encuentra.
En este mundo entre
sombras,
él fue rutilante estrella.
Sin mencionar otros dones,
su preclara inteligencia,
en el alba de los
tiempos,
floreció y dio cosecha.
Sus frutos aún hoy perduran...
"Ama y haz lo que quieras".
Su portentoso talento,
cultiva y con amor
riega,
el fruto será exquisito,
la raíz es fuerte, buena
y sólo el bien brotará
de su alma de amor llena.
Nos dejó hermoso
legado,
con la voz de la experiencia.
Vivió su vida algún tiempo,
placentera e insatisfecha,
en camino equivocado,
hasta que con Dios se encuentra.
¡Qué vacía esta mi alma...
Nada ha valido la pena!
"Nos hiciste Señor para ti"...
y esta pobre vida inquieta,
no es plenamente feliz,
pues ese placer reservas
cuando al dejar este mundo,
vayamos a tu presencia.
Dicho con otras palabras, `
pero su idea era esta.
Fiel reflejo del
Señor,
su luz y amor, reverbera.
Brillante S. Agustín,
amor rezuman sus letras.
Su brillar es refulgente,
sus mensajes claros llegan,
a este mundo oscurecido,
mundo entre brumas y nieblas.
Fulgurante y muy sabio,
su saber, deja una
estela.
¡Qué bueno si caminamos,
tras de él y por sus huellas!
Siempre al servicio del bien,
con amor e inteligencia,
con fe firme en nuestras almas
y esperanza en la conciencia,
hasta descansar en Dios,
como el santo nos recuerda.
Sólo nos queda esperar
que tal como el dijo, sea.