Cantos rodados


   Hermosa tarde de agosto,
a estas horas se pasea
por la orillita del río
en la fresquita vereda
por árboles sombreada
que permite ver de cerca, 
unas transparentes aguas
y el lecho lleno de piedras. 

   Es verano y como siempre,
el agua del río escasea. 
Se puede observar el fondo
si es que a  su orilla te  acercas.
Algunos cantos sin agua,
otros, cubiertos por ella ,
pero todos redondeados, 
sean del tamaño que sean.
Sin aristas, sin relieves...
¿Quién su figura moldea?

   Cuando es fuerte la corriente,
 arrastra rocas y arenas
por el lecho de los ríos, 
dando vueltas y más vueltas.
Es en ese recorrido, 
cuando entre ellas se golpean
y van suavizando bordes
y unas a otras redondean.
Se forman cantos rodados, 
sin duda de gran belleza,
pero han pasado el proceso,
de rodar y dar mil vueltas, 
golpeándose en el suelo,
golpeándose entre ellas.
El agua es como un sedante
que acaricia a las piedras.

  Es hermosa la lección
que este río nos enseña. 
Metáfora de la vida
que muchas veces golpea,
para moldear nuestro ser, 
sin aristas que dan penas.
Los golpes son cual cincel
que obra bonita moldea.
Algo hermoso surgirá,
seremos personas buenas,
pues hemos sufrido cambios, 
con golpes, como esas piedras.

   Sólo el murmullo del agua,
de nuestro sentir despierta,
pues es tan grato el silencio
que la mente en la paz, sueña.
Sueño con pulir defectos,
como esos cantos enseñan. 
Que los golpes sean cinceles
que nuestra alma embellezcan. 

     Provechosa la lección
de inerte naturaleza.
hasta un paseo junto al río,
linda reflexión nos deja.
Ante los golpes y heridas,
busquemos la parte buena.
Seamos como las piedras,
tras los golpes, aún más bellas.