Rosas y espinas

   Voy buscando entre las rosas,
suave fragancia y belleza,
olvidando que estas flores,
por propia naturaleza,
siempre tienen espinitas, 
algo muy propio de ellas.

   Fue provechosa lección,
la vida es gran escuela
si cada día aprendemos,
lo que la experiencia enseña.
Al acariciar la rosa,
sé que la espina está cerca,
he de aceptarlas unidas,
separadas no se muestran.

   Nuestras vidas son cual rosas,
con espinas, pero bellas.
En el vivir día a día,
penas y alegrías nos llegan.
A veces, vienen unidas,
otras nos dan la sorpresa,
no nos pinchan las espinas 
y la rosa ya está abierta.
Algunas clavan espinas,
estando la rosa seca.

   Ya sabemos que la vida,
el futuro no nos muestra,
lo que ocurre cada hora,
para esa hora lo reserva.
No sabemos si espitas
o estas, con las  rosas frescas.

   El jardinero se encarga 
de cuidar la rosaleda.
Nuestras vidas, más que rosas,
por propia naturaleza,
el jardinero divino,
cuida con delicadeza.
Aunque nos cuesta creer,
es experto en la materia,
para que sean plantas fuertes,
lo mismo poda que riega. 
Sabe lo que necesitan
aunque en apariencia duelan.
Las plantas son el ejemplo,
nosotros, damos respuesta.
Confiamos que Dios nos ama,
por nuestro bien, siempre vela.
Se poda a los rosales,
para que con fuerza crezcan
y sus rosas sean fragantes,
exuberantes y bellas.

   Así ocurre en nuestra vida,
las alegrías y las penas, 
hemos de aceptarlas siempre,
pues siempre por  bien  nos llegan.